Seleccionar página

<

 

A propósito de Cornelis van Poelenburgh
Paesaggio con rovine e scene pastorali

2020

Oleo sobre tabla
39 x 31.3 cm
1621-1623 ca.
INVT: CF2
Ariccia, Palazzo Chigi. Colección Ferrari

Una Voz ,Una Imagen. EACC (Castelló) y Centro Conde Duque ( Madrid).
Idea y comisariado por María Virginia Jaua

A finales de los años setenta, Andy Warhol invitaba a su secretaria y a sus amigos

(Victor Hugo, Ronnie Cutrone o Walter Steding) a crear las Piss Paintings y las

Oxidation Paintings. Las cuales consistían en desparramar sobre los lienzos, y desde sus entrañas, como si tuvieran brocha en mano, el orín que habían ido acumulado a lo largo del día o de la noche.

Algunas telas habían sido preparadas con imprimación metálica de cobre.

Esparcidas sobre el suelo de la Factory, recibían —al igual que Dánae— la lluvia dorada…, y Voilà, ¡obras terminadas!…, superficies de oxidaciones verdosas y naranjas, formas orgánicas, gestos del género que sin duda dan forma y carácter a la obra.

El pintor flamenco Cornelis van Poelenburgh, residió en la Roma de principios

del siglo XVII, se instaló allí en busca del bello ideal del paisaje y al igual que su contemporáneo Giovanni Battista Agucchi, quien teorizó sobre el tema,  indagó en ese mundo natural en las afueras de la Ciudad Eterna, al crear la obra que ahora contemplamos.

La que vemos es una pintura ciertamente tutelada por la escultura de una vestal que nos hace dirigir la mirada desde lo alto hacia el mundo de la llanura. En medio de un encuentro arqueológico con capiteles y cornisas clásicas, en el margen izquierdo, un hombre orina sobre estas piedras… quizás igual que los amigos de Andy, pensando en cómo el ácido úrico y su acción inmediata sobre los mármoles podría afectarlos y transformar la pureza, la grandeza y la gloria triunfantes del pasado en un hechizo que se marca disimuladamente en una esquina.

Cornelis, conocido como Sátiro entre sus camaradas los Bamboccianti, a la postre defensor del arte della sregolatezza, es decir, el arte del libertinaje, nos propone a este meante escultor, que sin cincel en mano es capaz de renovar, de disolver el clásico ideal en otra materia o en otras formas incluso más liberadoras.